domingo, 12 de mayo de 2013

Cada historia tiene su final

Las funciones del ser vivo son tres: nacer, crecer y morir. Y los humanos también somos seres vivos, nosotros nacemos, crecemos y lo creáis o no, también morimos. Por mucho que queramos y creamos que nuestros seres queridos estarán ahí siempre para apoyarnos, ayudarnos y consolarnos no es así. Algún día volaremos solos, con nuestras propias alas. Nuestra última función es morir y nadie se salva de ella, antes o después todos acabaremos en un mismo sitio, en un ataúd bajo tierra.

María de 19 años, creía que su vida y la de sus seres queridos sería eterna, pero no es así. Su madre cayó en una grave enfermedad y podía recordar cada vez menos, los médicos dijeron que era alcéimer pero no era así, olvidó a sus amigas, a su hija y a su marido. A los pocos meses murió. María nunca se había imaginado sin su madre, siempre pensó que la tendría a su lado cada día de su vida. El padre de María no pudo superar la pérdida de su mujer y decidió ir con ella a un lugar mejor. Lo encontraron en el salón lleno de sangre que salía de su muñeca derecha y con un cuchillo en la mano. María no podía creerlo, su corazón no aguantó el dolor y dejó de latir.

Esta historia demuestra que nada es para siempre y todos morimos, sea por algo natural o por una elección. Valora lo que tienes y cuídalo antes de que sea demasiado tarde...


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