Erase una vez un tren de alta velocidad que giraba una curva al doble de velocidad de lo que debía. El tren descarriló, gracias a dios, al lado de un pueblecito cerca de Santiago de Compostela, en el que sus aldeanos corrieron a socorrer a las víctimas del accidente. Gritos de socorro, de dolor, cada vez socorrían a más gente pero las muertes eran cada vez más 20, 30, 40... 80. El caos era tremendo, las muertes numerosas, los familiares llenos de dolor y lágrimas.
Bienvenidos al 24J.
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